lunes, 1 de agosto de 2011

2 de agosto de 2011 -Tu mundo es tu guerra y tú creas tu mundo.-

Escucho trompetas a lo lejos  que me anuncian el final de una guerra, el principio del mañana, una nueva era me asola. Y puedes sufrir, puedes llorar, puedes lamentar...pero jamás debes anclarte a la perdición, al olvido, a la obsesión y a la muerte. Te verás solo, puede que en el futuro mires a tu izquierda, a tu derecha, y lo único que veas sea tu propia sombra. Pero recuerda, aún respiras. Momentos extremos en los que tienes que dar gracias a la vida por estar solo, por estar hundido, por estar perdido y por seguir con un hálito vital. Es duro, pero aún vives, valóralo, no lo veas nunca como un inconveniente. A todo esto…


¿En una guerra qué te encuentras?

Armas: todo lo que te rodea se puede convertir en un arma contra tí, aunque sea potencialmente inofensivo. Pero lo ves hostil, te hace daño. Usa esas armas para defenderte, nunca para hacerte trizas. Has de empuñarlas con cabeza, con el objeto de encontrar el buen camino. Un camino limpio de sangre y dolor. Para ello sufrirás, sangrarás, te dolerá, pero lo lograrás. Si empuñas con razón, bondad y sin arma.

Esclavos y/o prisioneros: en toda guerra alguien acaba encadenado. Eres un maldito esclavo de tus recuerdos, anclado. Y lo peor es que te das cuenta de ello, llega a gustarte la prisión, el corazón frío y oscuro lleno de cadenas, sin llave ni cerradura. Un corazón que ya dejó de latir, un órgano que solo irradia sensaciones calculadoras, funcionando de memoria, sin sentimiento ni sentido. Lo quieres ver como algo normal, pero sabes que te equivocas. Te gustaría vivir otra vida, otro amor, te gustaría ser libre, ser tú mismo. Es ahí cuando empiezas a despertar de tu oscuro y gélido letargo. Comienzas a soñar, a no dar nada por supuesto, creas amor, late tu corazón. La cerradura emerge de tu interior y la llave se engendra. Ahora eres tú quien posee la potestad de tu vida, y son los demás los que intentarán arrebatártela. Se inteligente, forja una buena llave, y abre tu corazón a quien se lo merezca. Hay muchos soldados batallando, pero uno solo contemplándote. Arroja las cadenas al vacío, y que sean ellas las que resten en el olvido junto a la guerra de tu vida pasada. Notas como te vas liberando.

Familias: en la guerra, hay algo más en juego que tu vida, tu familia también se está jugando seguir respirando. No arriesgues demasiado. No te conviertas en un sufrimiento para tu gente, no te erijas como el enemigo más atroz de tus seres queridos. Tienes poder, lo sabes. Y esa potencia es peligrosa si la usas contra ellos. Ellos mismos te la han otorgado, y también ellos, te la pueden quitar, te puedes ver solo. En la familia, entran los amigos, personas que también alimentan tu poder. Procura no matarles a ellos también, pura soledad te albergará. Los amigos te apoyarán, serán tus mayores confidentes, posiblemente solo la palma de tu mano identificará a todos ellos, pero no los dejes. Escúchalos cuando se muestren en tu ayuda, no reniegues de su presencia, ellos son tú y tú eres ellos. Si perecen, la nada será tu amistad. Así que retrocede, aún estás a tiempo. No te reprimas esos abrazos ardientes, esas palabras incandescentes, ampárate a ellos. Refúgiate en tus iguales cuando la guerra se torne imposible, ellos son clave para erradicar el conflicto y no lo olvides, no seas su enemigo. Recuerda que eres su hijo, que eres su hermano, que eres su amigo. Nunca olvidarás que con ellos la guerra, ya es menos guerra.

Aún queda mucha guerra, supongo que es necesario pasar a algo que se me antoja clave, un enemigo.

El  Enemigo: ¿Quién es? o mejor, ¿Quién eres? Te puedes llegar a conocer, pero siempre puedes llegar a sorprenderte por tus actos. Nunca sabes quién eres en tu punto esencial. Eres misterio, al igual que todos los seres que te crearon. No sabes con certeza de dónde vienes ni a qué lugar te diriges. Sabes poca cosa. Solo estás seguro de que te enfrentas a un enemigo que muy posiblemente se puede reducir a una sola persona, tú mismo. De por sí eres un extranjero, ausencia de origen y final. Aspectos que echan para atrás cuando te dispones a conocer a una persona, no saber nada de su paradero, origen o ambición. Te desconoces. Y por eso adquieres cierta auto-hostilidad, el único que te puede poner realmente las barreras y límites vitales eres tú. Y eso te mosquea. Te hace querer luchar contra ti mismo. No puedes guerrear a tu antojo, cumples normas impuestas por el todo, pero el enemigo eres tú. Ya que tú eres el que se encarga de cumplir dichas normas, tienes total libertad para matar, para matarte, pero hay normas que cumples. Y lo haces por protocolo en muchas ocasiones, y por convicciones morales en muchas otras, pero no te convence este sistema. Eres un estorbo. Haces grandes los problemas. Sabes que la persona que se está muriendo a tu lado agoniza, pero en el fondo estás tú. Y eso lo odias. El guerrero caído morirá, pero tú lo verás morir, y seguirás viviendo con esa carga. Verás a otro morir, y tú sigues en pie. Eres afortunado. Eres muy afortunado, ¿pero a qué precio? Te “autocastigas” por lo que ves, las dagas atraviesan tu pecho con tus propias manos. Te maldices. Sabes que eres el centro de toda tu vida, que si desapareces ya no hay nada. Nada existe. Todo perece porque tú ya no estás. Eres polvo. Pero también eres un maldito Fénix. Y sabes que la guerra la quieres ganar, que el conflicto es tuyo, y que debes ser uno bajo tu persona. Vas a curar al guerrero caído moribundo, a agradecer todo a tu familia y amigos, tu corazón va a latir más fuerte que nunca. Estás ganando.

Empiezas a comprender que no eres un enemigo, que eres otra criatura desvalida del campo de batalla que tú mismo has creado. Eres tu dios. Y como tal, te empiezas a gustar. Comienzas a entender que todo esto ha sido una locura necesaria en tu vida, que has de pasar página. Se ha derramado mucha sangre a costa de tu pellejo, y solo quieres que esto pare, te gustas o no, les gustas o no, pero tiene que parar. Ya.

Caos: ¿Por qué demonios ha ocurrido todo esto? Porque tú mismo has creado un camino hostil para tu mundo. Tu cabeza es muy complicada. Tu cabeza no solo es difícil, tu mente es la personificación del caos, eres pura antítesis del cosmos. Eres un 0, o eres un 100, no lo sabes. Y ese dolor, esos flashes cegadores de muerte, no se te borrarán de tu caótica cabeza. Restarán ahí, hasta que tú lo desees. Tienes poder. Todo se convierte en una masa inmensa de emociones, no sabes dónde estás, ni por qué tienes que recibir tú siempre los disparos atroces. Te conviertes en un señuelo de tu propia vida, recibes cuchilladas sin parar, restas ya sin dolor, todo te resbala, eres el caos. Ellos te hicieron daño sin razón, tú se lo hiciste a ellos con razón, a otros sin ella, pero ya eres uno de ellos, no sabes donde combates. Pero con el tiempo empiezas a vislumbrar que tú creaste todo este belicismo, que tu problema decrece, todo se desvanece… Un día  dejas las armas, descubres que tienes familia y amigos a tu espalda, tu corazón late, te matas para vivir y tu cabeza rompe el caos. Encuentras el equilibrio vital al que eras inaccesible. Estallas de júbilo porque comprendes que puedes y debes seguir respirando. La guerra ha terminado.


En tu interior albergas cicatrices. Tú creaste esto, lo eliminaste y lo puedes volver a crear cuando te plazca. Ahora posees algo llamado experiencia de batalla. Sabes luchar y combatirte, recuerdas lo que padeciste y no quieres morir. Has ganado.